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No, no necesitas tarjeta de crédito.



Fui pasante de abogado y como todos los que iniciamos esta carrera, en nuestros pininos debemos hacer de todo. Desde traer el café, sacar copias y fungir como entrega-todo. No tenía auto, así que me acostumbré a consultar la Guía Roji para ubicarme, y a preguntar a extraños por indicaciones. No tenía un celular con GPS, a duras penas mi teléfono mandaba mensajes de texto.


Eso fue hace muchos años. Si hoy me pidieran que llegara a algún lado sin mis mapas integrados al teléfono, te confieso que me costaría mucho trabajo. Porque el GPS se ha vuelto tan parte de mi vida, que no tengo necesidad de usar una Guía Roji. Más aún, quizá los más jóvenes nacieron cuando la Guía Roji ya se habían extinto (no te preocupes, aún puedes googlearlas y ver una imagen).


Pero yo, querido amigo, no nací con GPS. Aunque me costara trabajo, si la Guía Roji volviera a ser mi única forma de ubicarme en la calle, seguro que lo lograría.


Verás, sucede que cuando hemos pasado demasiado tiempo con una comodidad, nos acostumbramos tanto a ella, que no podemos siquiera imaginarnos cómo sería no tenerla. Nos ha resuelto tanto la vida que parece que no existen soluciones alternas igual de efectivas y cómodas.


Este mismo fenómeno ocurre con las tarjetas de crédito. Verás, la primera tarjeta de crédito comenzó a asomar la cabeza en 1920 en Estados Unidos, sobrevivió dos guerras mundiales y diferentes crisis económicas, su desarrollo se vio suspendido en varias ocasiones, pero al final logró imponerse como parte de la familia y hoy está tan presente en la cotidianeidad que no tener una, es una tragedia o una rareza.


American Express, por ejemplo, fue el primer Banco en emitir una tarjeta de plástico:



Y así, las tarjetas de crédito continuaron evolucionando. En México, la tarjeta de crédito llegó en 1968:





Es decir, las tarjetas de crédito son nuevas y llegaron hace muy poco a nuestra existencia.


Sin embargo, han penetrado tanto, que hoy tenemos esta forma de vida tan “natural” en la que casi todo se puede pagar en cómodas mensualidades, contamos con los “maravillosos” meses sin intereses, los puntos de las tarjetas de crédito y mil y un maneras de adquirir cosas a través de deuda. Ha sido muy fácil acostumbrarse porque este estilo de vida, aunque ofrece una comodidad aparente, temporal y superficial, eso sí, sabe deliciosa.


Porque seamos sinceros, ¿Acaso no disfrutas firmar el voucher y recibir a cambio esa cosa que en realidad no puedes pagar?


¿Acaso no te brinda esa hermosa tarjeta negra la idea de ser poderoso, fuerte, ganador?


Pero dime algo, ¿más o menos cuánto te dura esa sensación de satisfacción y poder? Y hablando más profundo, ¿te sigues sintiendo así cuando llega tu estado de cuenta y pasan los meses y sigues pagando ese sweater que ya ni usas?


Sí, lo sé, te entiendo, yo alguna vez me sentí igual de poderosa. Yo alguna vez también creí que “necesitaba” una tarjeta de crédito para hacer muchas cosas, que eran buenas para enfrentar emergencias o hacer historial crediticio, o que no podría apartar una habitación de hotel sin ellas etc. etc. Pero he descubierto que no es cierto. Que no las necesito, que lejos de darme libertad las tarjetas me limitan, incrementan mi adicción a tener, limitan mi futuro porque ya lo tengo comprometido en mensualidades, me engañan porque me hacen creer que puedo tener algo para lo cual no he trabajado.. la lista podría seguir.


He vivido sin tarjeta de crédito por más de cuatro años. Y sigo viva. Y sobre todo, soy más feliz, más completa, más segura, más libre, vivo en paz. Es lo mismo que deseo para ti.


Querido amigo, no necesitas una tarjeta de crédito, lo que necesitas es aprender a vivir feliz con lo que tienes.




Te mando un abrazo

Adriana

“Que tus finanzas sean un puente hacia tu propósito en el mundo.”


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