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Ese algo que te irrita se llama deuda.


Me he relacionado de muchas maneras con el dinero. Mira, de niña no me causaba gran curiosidad. Siempre vi a mi papá trabajando muy duro para conseguirlo, sin imaginarme el esfuerzo colosal que implicaba cada peso ganado.


Pero todo cambió cuando decidí mudarme a mi departamento de treinta y cinco metros cuadrados, con exactamente cero pertenencias. Me mudé con lo que traía puesto y nada más. Es increíble cómo la ausencia de todo puede hacer ver a un departamento diminuto, enorme.


Una amiga me sugirió sacar una tarjeta de crédito y comprar todo lo que necesitaba en cómodas mensualidades. Gracias a Dios que no presté atención a ese consejo porque me hubiera ahorcado.


Aunque fue una etapa apretada, algo subyacía en medio de la crisis. Un sentido de pertenencia, de ser dueña y ama de mi hogar. Un sentido de control que incrementaba con cada cosa que adquiría y que tomaba su lugar en ese apartamento.


Verás, me hice absolutamente consiente que mi diminuto departamento se llenaba en pertenencias por un acto consciente y voluntario de mi parte. Y créeme, debía elegir bien, porque el espacio era tan reducido, que una sola cosa demasiado grande o innecesaria, me estorbaría y limitaría mi movilidad, me haría sentir apretada, justa, incómoda. Cuando llegué a comprar cosas demasiado grandes, por emoción, o simplemente ansias de tener esa cosa, terminaba caminando en un pasillo tan reducido que mi cuerpo chocaba contra esa hermosa pero inconveniente reciente adquisición.



Tú y yo sabemos que tenemos el control sobre nuestro dinero, en verdad lo tenemos. Pero solo logramos conservarlo cuando nos mantenemos conscientes que cada decisión nuestra puede robarnos o darnos libertad. Porque seamos realistas querido amigo, nadie está obligado a gastar de más, jamás he visto una persona amenazada de perder la vida si no compra ese refrigerador digital a veinticuatro meses sin intereses. Eso no pasa. Por tanto, tu situación financiera actual es la que tú mismo generaste. Y claro, eres el único capaz de mejorarla con cada decisión que tomes.


Medita por unos segundos...


¿Cuántas cosas hay en tu casa que te estorban? Que llevan meses en un mismo lugar sin ser usadas y sabes que no las usarás más.


¿Cuántas cosas has comprado que realmente no necesitabas?


¿Cuánta ropa nueva sin usar hay en tu closet? Ve ahora y cuéntala.



¿Sabes? el hecho de poder comprar algo no significa que debes hacerlo (que por cierto, cuando hablo de poder comprar algo, estoy hablando que tienes el flujo real para hacerlo, no que uses una tarjeta de crédito). Las ofertas no son obligatorias, ni urgentes querido amigo.


Te tengo un reto, y espero que decidas aceptarlo: Da un recorrido por tu casa lo antes posible, analiza con detenimiento cada cosa que existe a tu alrededor y pregúntate: ¿Me da libertad?


Te pondré un ejemplo: En mis primeros años en ese departamento, recuerdo que compré una televisión a crédito. Y cada vez que la miraba, recordaba que aun la debía, que me faltaban “x” pagos para terminar el crédito y eso me causaba incomodidad, me pesaba. No te digo que me quitaba el sueño, pero sí sentía que había algo en ese televisor que no me permitía disfrutarlo al cien. Ese algo que me irritaba, se llama deuda.


Si sumas esas pequeñas incomodidades, plasmadas de manera casi invisible en tu tele, celular o el microondas, tienes un saco pesado de gran incomodidad cargando en tu espalda. Ese saco incómodo, se llama deuda.


Después de saber esto… ¿Aun te preguntas por qué a veces estás irritable “sin razón”?


Te dejo por ahora, pero nos vemos pronto.


Adriana


“Que tus finanzas sean un puente hacia tu propósito en el mundo”


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